martes, 2 de octubre de 2012

Dead Ringer (1964)


No confundir el singular de este título dirigido por Paul Henreid con alguna proximidad al thriller psicológico de David Cronenberg más allá del horror plural: si Dead Ringers (1988) era Jeremy Irons escribiendo en carne viva su propia persona cinematográfica escindida, la reina de las actrices se hallaba de vuelta, reinventando un juego de espejos que vislumbra radicalmente lo soñado por Brian De Palma en Sisters (1973). Bette Davis es, además, acaso la Brando femenina, y un Karl Malden idéntico a sí mismo se encuentra en el rol preciso, para dar la réplica metódica a esta combinación de Blanche y Stella sublimada por un estilo tan visceral en su academicismo cual el de su compañero de póquer en las noches cavernícolas de Tennessee Williams. Sin embargo, es Peter Lawford quien co-protagoniza los más propios e intensos segundos de ebullición granguiñolesca de este intrigante, aunque finalmente demasiado monótono, plúmbeo, vehículo de lucimiento orquestado con elegancia por André Previn.

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