No
confundir el singular de este título dirigido por Paul Henreid con alguna
proximidad al thriller psicológico de David Cronenberg más allá del horror
plural: si Dead Ringers (1988) era Jeremy Irons escribiendo en carne viva su propia persona
cinematográfica escindida, la reina de las actrices se hallaba de vuelta,
reinventando un juego de espejos que vislumbra radicalmente lo soñado por Brian
De Palma en Sisters (1973). Bette Davis es, además, acaso la Brando femenina, y
un Karl Malden idéntico a sí mismo se encuentra en el rol preciso, para dar la
réplica metódica a esta combinación de Blanche y Stella sublimada por un estilo
tan visceral en su academicismo cual el de su compañero de póquer en las noches
cavernícolas de Tennessee Williams. Sin embargo, es Peter Lawford quien
co-protagoniza los más propios e intensos segundos de
ebullición granguiñolesca de este intrigante, aunque finalmente demasiado
monótono, plúmbeo, vehículo de lucimiento orquestado con elegancia por André
Previn.
martes, 2 de octubre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario