Es
casi un experimento volver a ver esta comedia tan de su tiempo después de
tantos años. Como en su momento se podía haber predicho, lo que mejor ha
sobrevivido o envejecido de esta pieza inmediatamente “clásica” es su
sentimentalismo y su capacidad de identificar al espectador con las desgracias
persistentes, a cual más ridículamente cruel, que le acaecen a un gratuitamente desafortunado Ben Stiller (excelente en una de sus más
emblemáticas actuaciones). La bella Cameron Diaz es la Mary del título, una chica
irresistible porque es/está buena como un pan/mango. Realización, dirección de
actores, narración --aunque con casi 130 minutos es quizá un trabajo cómico
demasiado largo--, todo confluye armónicamente en el resultado positivo de un
humor cuya grosería sentó cátedra y que por suerte ha perdido cualquier impacto
escatológico sin estropear su atinada ternura.
miércoles, 24 de octubre de 2012
jueves, 11 de octubre de 2012
Werewolf of London (1935)
Henry Hull y Warner Oland
Antes
de que el obtuso Lon Chaney Jr. se hiciera de un lugar
privilegiado entre los monstruos de la Universal gracias a The Wolf Man (1941), el pionero Henry
Hull había protagonizado esta inesperadamente efectiva, en algún sentido inclusive
mejor versión del universo licantrópico, mero y oscuro antecedente que el
espectador sabrá apreciar y reivindicar en su respectivo visionado
devolviéndole u otorgándole una valoración que el prisma de los nuevos tiempos
acaso posibilita. La historia de un científico que es atacado por cierta
criatura de la noche durante una expedición en el exótico Tíbet no es la más
original en su planteamiento argumental, pero la dirección ofrece una perspectiva
realista --un poco al estilo de Stevenson en Dr. Jekyll & Mr. Hyde-- que,
sumada a la sobria interpretación de Hull como el obseso y complicado ser
humano que no desaparece completamente bajo un maquillaje confundido con
talento histriónico, convierte a esta producción en uno de esos casos en que la
nota al pie de página en la enciclopedia era más interesante, si cabe,
que el texto principal.
martes, 2 de octubre de 2012
Dead Ringer (1964)
No
confundir el singular de este título dirigido por Paul Henreid con alguna
proximidad al thriller psicológico de David Cronenberg más allá del horror
plural: si Dead Ringers (1988) era Jeremy Irons escribiendo en carne viva su propia persona
cinematográfica escindida, la reina de las actrices se hallaba de vuelta,
reinventando un juego de espejos que vislumbra radicalmente lo soñado por Brian
De Palma en Sisters (1973). Bette Davis es, además, acaso la Brando femenina, y
un Karl Malden idéntico a sí mismo se encuentra en el rol preciso, para dar la
réplica metódica a esta combinación de Blanche y Stella sublimada por un estilo
tan visceral en su academicismo cual el de su compañero de póquer en las noches
cavernícolas de Tennessee Williams. Sin embargo, es Peter Lawford quien
co-protagoniza los más propios e intensos segundos de
ebullición granguiñolesca de este intrigante, aunque finalmente demasiado
monótono, plúmbeo, vehículo de lucimiento orquestado con elegancia por André
Previn.
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