El recordado Tony Scott realiza
este celebrado thriller, protagonizado por Denzel Washington --sensacional--
como Creasy, un ex agente paramilitar consumido por la culpa y en desesperada
busca de redención. La cual parece encontrar en México, cuando, a través de su
mejor amigo (Chris Walken), consigue trabajo de guardaespaldas en la ciudad con
mayor índice de secuestros en Latinoamérica. Entonces se desarrollará una
conmovedora historia de amor, cuya otra mitad interpreta la pequeña Dakota Fanning,
una actriz impresionante. Infinidad de planos y edición espectacular, al mejor
estilo Scott, cubren a ambas estrellas, quienes, además de Walken, son casi
innecesariamente apañados por Rhada Mitchell y Mickey Rourke.
sábado, 29 de diciembre de 2012
lunes, 17 de diciembre de 2012
Salem’s Lot (TV) (1979)
Casi en los antípodas de las tramas perplejas y los temas
complejos de obras tan notables como Carrie o The Shining, la miniserie que
motiva este artículo es (al menos en el ecran) un Stephen King profundamente cristiano, cuya transfiguración genérica del conflicto entre el Bien y el Mal
no podía haber sido más transparente luego de resueltos los enigmas básicos del
argumento. James Mason interpreta a un siniestro anticuario que llega a
hospedarse en la casa embrujada de un pueblo donde aparentemente nunca pasa
nada. El por entonces popularísimo David “Hutch” Soul es el novelista nativo
de retorno, también atraído por la infame residencia. Además, el patético Wilmer de The
Maltese Falcon, Elisha Cook, se reúne con su compañera de The Killing, Marie
Windsor, en otro oportuno (presagiador) emparejamiento; la escena que comparten se puede apreciar en la edición en DVD de la versión más completa de la adaptación. Se trata de un producto
televisivo que cuenta con cierto respetable culto, y en el que destaca, aparte
de la presencia literalmente diabólica de Reggie Nalder como el ultrahorrendo nosferatu de la función, una decente banda
musical compuesta por Harry Sukman. Dirige con reconocible estilo el singular realizador
de la sumamente perturbadora Texas Chain Saw Massacre (y, oficialmente, muy dudoso orquestador
de la spielbergiana Poltergeist), Tobe Hooper.
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miércoles, 28 de noviembre de 2012
Frankenweenie (2012)
Sparky según el lápiz de su amigo Tim
La
idea original de Tim Burton (sobre el imprescindible Frankenstein de Mary
Shelley, por supuesto) acerca de un niño que no puede aceptar la trágica
pérdida de su único amigo, un lindo perrito llamado Sparky, y, pues es lo que
uno hace en estas circunstancias, lo resucita con la ayuda de una tormenta --al
estilo de Colin Clive en las cintas de James Whale--, ya había sido
magistralmente desarrollada en una versión anterior. Ambas son valiosas: ahora
tenemos un largometraje (casi 60 minutos más) y el 3D y, más importante, la animación como técnica integral del
conjunto narrativo; pero eso no significa una forzada obsolescencia de la
producción de culto con actores de carne y hueso (incluido el auténtico Sparky) y efectos especiales
cautivadoramente menos sofisticados. Este Frankenweenie de hoy es una pieza
sumamente tierna y personal --es decir, sin la melaza formal y conceptual que
estropea ofertas por otro lado decentes aunque intrínsecamente inferiores como Up (2009), por ejemplo, y con sus raíces bien plantadas en la inolvidable Vincent, título
fundamental para entender la estética de Burton como la ética que en verdad es--,
que homenajea más minuciosamente los bien delimitados
referentes artístico-vitales de su creador, y prolonga una amistad inmortal a
través de la sublimación ficcional de una infancia que conoció el miedo pero
también, y sobre todo, su elusivo y misterioso encanto. Como dato anecdótico, agregaré
que ver una película de Tim Burton sin Johnny Depp (¡!) pero con Winona Ryder (como
la poé-tica Elsa Van Helsing, cuya voz, debido al doblaje en español, no pude
apreciar) y que recuerda bastante a Edward Scissorhands --música del burtoniano
Danny Elfman incluida-- (y otro tanto a Ed Wood, del cual rescata a Martin
Landau) alienta las esperanzas de una eventual permanencia en buena forma del
director de Alice in Wonderland, …oops (yo habría preferido con mucho “del
director de Dark Shadows” como reclamo en el cartel oficial).
sábado, 24 de noviembre de 2012
Del divino Dalí y su tiempo
La edad de oro: Dalí, Buñuel y Lorca, al lado de Moreno Villa y Rubio Sacristán, en Madrid, 1926
Antes
de causar que Buñuel perdiera su puesto en el MoMA por una interiormente
justificada autoglorificación autobiográfica --es decir, sin justificación
plausible--, el excéntrico pintor del artropódico mostacho embadurnado con cera de moscas
compartía con el galdosiano macho ibérico metido a poeta de la vanguardista
imagen móvil la devoción goyesca al mismo nivel, diríase, que el desprecio
juanramoniano (“su burro es una mierda”, le escribieron todavía mentalmente en la Residencia,
demasiado brillantes estudiantes infames, al mejor amigo del burrito Platero, y
aun otorgaron a éste un rol de honor en el escándalo frustrado de 1929 que llamaron Un
chien andalou, título de un poemario buñueliano literal e inédito); y su mutua amistad
ambivalente se extendía a su común Federico, el irresistible vértice unificador
de un juvenil triunvirato de genios mundiales cuya eventual
separación traidora confirmó la amistad entre hombres como cervantina utopía --pero
en el inicio las gitanas del Romancero gitano resultaron más preciosas que
Preciosa, y Lorca sería repudiado ya no sólo como homosexual por el homofóbico
ateo gracias a Dios, ni sólo como amante por el asexuado amador galante de Gala
(la modelo menos realista para una Leda y el cisne posible por el surrealista
Dalí). Después vino París y el escándalo tan ansiado: L’âge d’or (1930), primera obra
maestra de Buñuel, excluyente, visceralmente suya, pese a un guión del cual
sobreviven muchachas enmarcadas por ventanas abiertas sobre un destino de
jirafas ardientes.
Litografía titulada L'Age d'Or, parte del portafolio daliniano de 1957 dedicado al Quijote
martes, 20 de noviembre de 2012
Enchanted (2007)
Las
pretensiones de summa de la imaginería propia a la vez de los cuentos de hadas
y de Disney, como de síntesis de la técnica (por un lado la animación clásica,
por otro su integración con la acción real) que ha encumbrado al género --desde
Snow White hasta Mary Poppins (no por nada Julie Andrews funge aquí de
narradora)--, logran resultados parciales aunque muy convincentes en esta
cinta, lo primero debido a una dificultad temática bastante comprensible, lo
segundo a costa de los lugares comunes que constituyen precisamente la magia de
esta parcela de la ficción. Amy Adams, o ese aspecto ingenuo de su personalidad
tan visible en películas como Catch Me If You Can, se encuentra como pez en el
agua: la princesa campesina, tierna e idealista y con un recóndito potencial de
asertividad cuasi feminista, originalmente de tinta y colores pastel, es ella. (Casi
lo mismo podría decirse de James Marsden, quien,
(irónicamente) como el perfecto prince charming, repite en algún sentido su
papel en The Notebook.)
martes, 6 de noviembre de 2012
Tiburoneros (1963)
Luis Alcoriza, el legendario guionista de Buñuel, dirige
esta justamente célebre pieza de la cinematografía latinoamericana.
Conmovedor retrato costumbrista, vigorosa cinta de aventuras, historia de amor
entramada en el aire del mar, Tiburoneros es eso y mucho más: se trata de una
reflexión nada intelectual, orgánicamente vital, acerca del destino y de la
identidad, de los matices morales y de la individualidad como razón de la
existencia. Julio Aldama interpreta inolvidablemente a Aurelio, una suerte de
héroe contradictorio, antihéroe admirable o protagonista medularmente humano;
un hombre de acción que usa espejuelos (más librescos que los del Jean Reno de Le grand bleu), un bruto (y el parentesco buñuelesco es inescapable) de buen
corazón que no puede admitir su afición, tan profunda como el mar lleno de
tiburones que asuela, por la joven de dieciocho años --la misma edad de su hija-- (otro
motivo buñueliano inevitable) y de origen coreano con quien convive en esa
costa tabasqueña que se pega a la piel del espectador
como la arena (y evoca, en su poder hipnótico, la realidad centrífuga de
títulos tan aparentemente apartados como la coincidentemente asiática Xich lo). La
realización evita el melodramatismo pero se adhiere a la espontaneidad artificial
de la naturaleza, la fluidez narrativa logra ser concisa sin paradójica
sequedad, el teatro de la humanidad usa deliberadamente el silencio y los
sonidos y las imágenes, reflejos de lo perplejo, que necesita para transmitir
--con terrible ironía-- la crueldad insoportable hacia nuestros hermanos animales y la ternura inesperada de una experiencia genérica que nos une
y nos iguala precisamente donde termina la conciencia. Antes, el contraste con
la ciudad de México anticipa el final de Simón del desierto. Absolutamente
lejos de la falta de imaginación de La caza y otros tantos relatos de inútiles pretensiones
y alcances fronterizos, Tiburoneros puede ser fácilmente considerada una de las
obras maestras indiscutibles del cine en habla hispana de todos los tiempos.
miércoles, 24 de octubre de 2012
There's Something About Mary (1998)
Es
casi un experimento volver a ver esta comedia tan de su tiempo después de
tantos años. Como en su momento se podía haber predicho, lo que mejor ha
sobrevivido o envejecido de esta pieza inmediatamente “clásica” es su
sentimentalismo y su capacidad de identificar al espectador con las desgracias
persistentes, a cual más ridículamente cruel, que le acaecen a un gratuitamente desafortunado Ben Stiller (excelente en una de sus más
emblemáticas actuaciones). La bella Cameron Diaz es la Mary del título, una chica
irresistible porque es/está buena como un pan/mango. Realización, dirección de
actores, narración --aunque con casi 130 minutos es quizá un trabajo cómico
demasiado largo--, todo confluye armónicamente en el resultado positivo de un
humor cuya grosería sentó cátedra y que por suerte ha perdido cualquier impacto
escatológico sin estropear su atinada ternura.
jueves, 11 de octubre de 2012
Werewolf of London (1935)
Henry Hull y Warner Oland
Antes
de que el obtuso Lon Chaney Jr. se hiciera de un lugar
privilegiado entre los monstruos de la Universal gracias a The Wolf Man (1941), el pionero Henry
Hull había protagonizado esta inesperadamente efectiva, en algún sentido inclusive
mejor versión del universo licantrópico, mero y oscuro antecedente que el
espectador sabrá apreciar y reivindicar en su respectivo visionado
devolviéndole u otorgándole una valoración que el prisma de los nuevos tiempos
acaso posibilita. La historia de un científico que es atacado por cierta
criatura de la noche durante una expedición en el exótico Tíbet no es la más
original en su planteamiento argumental, pero la dirección ofrece una perspectiva
realista --un poco al estilo de Stevenson en Dr. Jekyll & Mr. Hyde-- que,
sumada a la sobria interpretación de Hull como el obseso y complicado ser
humano que no desaparece completamente bajo un maquillaje confundido con
talento histriónico, convierte a esta producción en uno de esos casos en que la
nota al pie de página en la enciclopedia era más interesante, si cabe,
que el texto principal.
martes, 2 de octubre de 2012
Dead Ringer (1964)
No
confundir el singular de este título dirigido por Paul Henreid con alguna
proximidad al thriller psicológico de David Cronenberg más allá del horror
plural: si Dead Ringers (1988) era Jeremy Irons escribiendo en carne viva su propia persona
cinematográfica escindida, la reina de las actrices se hallaba de vuelta,
reinventando un juego de espejos que vislumbra radicalmente lo soñado por Brian
De Palma en Sisters (1973). Bette Davis es, además, acaso la Brando femenina, y
un Karl Malden idéntico a sí mismo se encuentra en el rol preciso, para dar la
réplica metódica a esta combinación de Blanche y Stella sublimada por un estilo
tan visceral en su academicismo cual el de su compañero de póquer en las noches
cavernícolas de Tennessee Williams. Sin embargo, es Peter Lawford quien
co-protagoniza los más propios e intensos segundos de
ebullición granguiñolesca de este intrigante, aunque finalmente demasiado
monótono, plúmbeo, vehículo de lucimiento orquestado con elegancia por André
Previn.
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