Persuadido en especial por el atractivo físico
de Blake Lively, en su momento resentí la imposibilidad de ver esta película en
salas al cabo de los sumarísimos quince días de su local exhibición. No más,
pues: mi tenaz expectativa acaba de tropezar con la defectuosa naturaleza de
esta obra “pulp” del previamente virtuoso director de Natural Born Killers, y mi
impresión es unánime. Porque, no obstante el entretenimiento hormonal y la
continuidad de los eventos, más largas que las torneadas
piernas de la rubia beach girl son las dos horas durante las cuales no sólo el
talento de Oliver Stone en el guión y la puesta en escena, sino también el de
actores como Benicio del Toro y John Travolta (que, lamentablemente, debió de
darse cuenta de que esto no era Pulp Fiction recién a mitad del rodaje), son
desperdiciados con cruel minuciosidad. La anécdota central a este auténtico
ejercicio de misoginia que se carga a la bella actriz de The Sisterhood of the
Traveling Pants, abaratándola hasta convertirla en poco más que una estúpida e
inútil mujerzuela con ensoñaciones del más torpe y mundano idealismo, basta por
ahora: dos saludables jóvenes americanos trafican droga, se acuestan con la
misma tipa a veces al mismo tiempo, y en cierto momento tienen problemas con
los (oh sorpresa) delincuentes mucho más avezados e inescrupulosos con quienes
tratan --siniestros mexicanos, desde luego, sin mejor idea que secuestrar a la
muchacha, una Blake ya poco lively y más bien trashy. En medio de todo y nada,
la violencia extrema y el gore gratuito resultan menos trágicamente
superficiales que los méritos nimios de una simplista, paradójicamente
pretenciosa, prescindible narración.
miércoles, 16 de enero de 2013
viernes, 11 de enero de 2013
La fille coupée en deux (2007)
Entre los enfants terribles de la Nouvelle
Vague, probablemente es Claude Chabrol quien ha llevado la herencia
hitchcockiana hasta sus últimas consecuencias, depurando un estilo personal
radicalmente distinto de, por ejemplo, el americano Brian de Palma (por
nombrar a otro preclaro cineasta con el
ADN del autor de Vertigo como seña conspicua en su DNI creativo). Los thrillers
de Chabrol son una delicia tanto intelectual como sensorial, y éste no es la
excepción: la deliciosa Ludivine Sagnier protagoniza una historia de amor
obsesivo, fatal, inexorable, en medio de un ambiente misógino que resalta su
aislada vulnerabilidad; no obstante lo predecible que pudiera ser la línea
argumental (como en un libro de Philip Roth, encantador novelista famoso de
edad mediana enamora a “chica del tiempo” de la televisión local; pero siempre existe un tercero en discordia…), las frescas y
naturales imágenes ocultan vida y muerte, el ciclo eternamente de vuelta sobre
sí mismo que otorga un suspense más allá de la cinefilia auténtica a la obra
del genial realizador francés de tantos policiales
brillantes.
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