sábado, 23 de febrero de 2013

Amour (2012)


Michael Haneke narra la vida como tragedia ineludible, inexorable y cotidiana en esta galardonada cinta. Jean-Louis Trintignant, nunca más el joven estudiante de Derecho encantado por Vittorio Gassman en Il sorpasso (1962) ni el campeón de automovilismo enamorado de Anouk Aimée en Un homme et une femme (1966), se convierte en el único apoyo y fortaleza de su mujer, una irreversiblemente frágil Emmanuelle Riva, también lejísimos de Hiroshima mon amour (1959), entregada por la fatalidad de la experiencia humana a la paciencia y devoción infinitas, incondicionales de su marido. Ambos venerables actores brindan lo mejor de sí mismos, y Trintignant será una revelación --aun impactante debido a la avanzada edad del Conformista de Bertolucci-- para quienes ni siquiera hubieren advertido o prestado atención a su presencia en el reparto. Haneke vuelve a contar, además, con su “profesora de piano”, la siempre ajustada Isabelle Huppert. Sobriedad enigmática, casi metafísica y nada melodramática que logra descorrer el velo sobre lo que en verdad somos (el amor vivido, con los pies en la tierra, mediante).

jueves, 14 de febrero de 2013

Diamonds Are Forever (1971)


El 007 investiga un contrabando de diamantes que es mucho más que eso, no sin antes cargarse --también en apariencia-- a Ernst Stavro Blofeld, el asesino de su esposa. Después de ser remplazado durante 140 minutos por George Lazenby, un Sean Connery para siempre James Bond --y al revés--, pero mortalmente harto del personaje, vuelve en su última peripecia oficial. Lástima que la cinta dirigida por Guy Hamilton resulte morosa y floja, no obstante alguna que otra escena y las confiables chicas Bond, muy en particular una exquisita Lana Wood como la demasiado brevemente apreciada Plenty O’Toole.


martes, 5 de febrero de 2013

Lifeboat (1944)

"My name is Tallulah, dahling!": Hitch y Bankhead

Un puñado de individuos aferrados a la vida sobre la precariedad metafísica de una balsa: tal es no sólo una imagen memorable en la pintura, sino también la inspiración y el motivo de esta cinta escrita por John Steinbeck --aunque a diferencia de Viva Zapata! (1952), el futuro Nobel produjo apenas la novella que sirvió de materia prima del guión-- y realizada por un Hitchcock incomprendido que supo plasmar la desesperación y la crisis ética inherentes a un conflicto bélico de proporciones mundiales. Además, sus náufragos precederían por veinte años a aquellos otros de una calle Providencia, quienes sucumbieron con más gusto si cabe a un clima de degradación signado por el anquilosamiento de la burguesía. Las criaturas de Hitchcock pertenecen a distintas e inclusive opuestas clases sociales, y su pesimismo no alcanza a toda la humanidad --como en Buñuel--, sino a los alemanes trastornados por el demonio del nazismo. Tallulah Bankhead, estrambótica personalidad del teatro americano, pone la cuota de glamour insólito en medio de este laboratorio premeditado muy astutamente por un mago del suspenso que, una vez más, demuestra unos instintos de observación y análisis exclusivos de acaso (con permiso de Kurosawa, Ford y algún otro) el mayor director de la historia del cine.