Kacey Mottet Klein y Gillian Anderson
En esta
película estructurada como una ficción pero con la voluntad de un documental,
se trasluce la desoladora realidad de cierta infancia en el mundo
contemporáneo. Léa Seydoux, especialmente, y Gillian Anderson, pero también los
demás adultos de la historia, tienen a su cargo roles finalmente (de pronto,
inmediatamente) antipáticos, por decir lo menos; no es que la realización sea
de algún modo misógina, pero quizá es inevitable que lo termine siendo al
explorar la vida de un niño sin madre --en cualquier sentido de la frase: una
vida a la intemperie donde la infancia es una etapa que debe brincarse por
encima u obviarse para transformarte en un pequeño adulto
entre adultos que pueden aplastarte literalmente porque robaste para conseguir
un trozo de pan o un rollo de papel higiénico. El protagonista, interpretado
por Kacey Mottet Klein en más que convincente desempeño, es todo un Oliver Twist de este siglo.
La dirección de Ursula Meier es, aparte de la humanidad real que transpiran sus
personajes (hasta los extras), minimalista y efectivamente metafórica en la
desnudez de sus imágenes nevadas como interminables páramos de gelidez
existencial. 4/5