miércoles, 11 de abril de 2012

Midnight in Paris


Owen Wilson paseando junto al Seine bajo un cielo de Van Gogh es la imagen exultante de un afiche inmediatamente clásico. El último film de Woody Allen es la versión francesa de Manhattan que solamente él podía hacer. Un guionista de Hollywood circa 2011 entrega el flamante manuscrito de su primera novela a Gertrude Stein vía Papa Hemingway, se va de farra con los swinging Fitzgeralds y ofrece a un Buñuel desangelado la idea absurda de su Ángel exterminador. La maestría de Allen cristaliza de la misma forma que un concierto de Mozart: lo deseable es lo previsible, y lo sorprendente es que cada evento posee el pulso de esa vida tan alleniana y (sin embargo) tan privada de cada uno de sus espectadores, quienes siempre podemos asegurar que de esta manera hemos probado ya una fiel digresión de la felicidad.