sábado, 18 de julio de 2015

Yellow Submarine (1968)


Psicodelia, imaginería maravillosa de pura cepa y la mejor música de siempre es lo que nos ofrece este film animado --estrenado un  17 de julio--, probablemente el más clásico de todos los (cinco, si incluimos al documental Let it Be) que hizo el cuarteto de Liverpool. Escrito por Erich Segal meses antes de que la Paramount financiara su guión y novela de Love Story, y diseñado por el mismo equipo responsable de aquellos inolvidables Beatletoons de los sábados (por la tarde, en mi biografía personal) que fueron los originales John, Paul, George y Ringo que muchos niños alrededor del mundo conocimos, Yellow Submarine cuenta en la superficie la historia de Pepperland, un país submarino al borde de la dictadura de los melófobos Blue Meanies, hasta que su venerable Almirante envía a un emisario en busca de desesperada ayuda y éste regresa --después de una odisea virtualmente a medias entre Lennon y Carroll-- con cuatro muchachos extrañamente idénticos a los miembros de la banda de músicos local, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

 Ringo Starr y Erich Segal

Como si esto fuese poco, aquí está la actuación más meritoria de Ringo (al lado de sus tres compañeros) fuera de (su entrañable persona en) los cartoons seriales (a los que el baterista tampoco puso voz) --y de la película de A Hard Day’s Night, para ser justos. Como en 1964, el Starr dibujado en 1967 por Heinz Edelmann además se rodea del score de un George Martin aún más sintético y versátil (gracias al ya crecido legado del grupo, embarcados en su "Álbum Blanco"), envuelto el baterista al igual que los otros personajes no sólo por sublimes pentagramas vocalizados sino por una hermosa partitura orquestada e impresa directamente sobre los cromáticos fotogramas, editados a su ritmo.



Secuencias de antología, como la previa a los títulos de crédito y la del encuentro del conmovedor Nowhere Man o la (puesta en escena) de la genial (genialísima) canción de Lennon “Hey Bulldog” --descartada del estreno americano presumiblemente debido a los celos profesionales de McCartney--, se combinan con la ambigua ingenuidad de la filosofía Beatle (del yeah yeah yeah al YES del hippismo, con el personaje de John, más que abrasivo, y su congelado saludo “satánico”; y mejor no empecemos con lo de “Paul is dead”, que ya estamos finalizando…) en una producción de inspirador visionado. 5/5


jueves, 9 de julio de 2015

The Boys in the Band (1970)


Histórica película queer basada en un asimismo impactante drama teatral escrito por Mart Crowley (miembro del círculo de Natalie Wood, y también autor del guión), The Boys in the Band es una de las primeras grandes obras de William Friedkin, quien pronto se encontraría liderando el Nuevo Hollywood gracias a The French Connection (1971) y, especialmente, The Exorcist (1973). La cerrada trama sigue a un grupo de amigos homosexuales, en el agitado New York de finales de los '60s, más exactamente 1967, que una noche se congregan en el cómodo departamento de uno de ellos (Kenneth Nelson) para celebrar el cumpleaños de otro (Leonard Frey, una suerte de George Sanders ahumado). El anfitrión resulta ser un hombre atormentado que no puede aceptar su problemática identidad y termina por transformar la fiesta en un infierno, sobre todo para sí mismo, a través de juegos mentales y otros menos sofisticados, que pretenden violar la intimidad afectiva de sus invitados, inclusive forzando la "salida del clóset" de alguno (Peter White).


Excelentes actuaciones --del elenco en pleno que montó el revolucionario éxito Off Broadway--, entre las que destacan el emocionalmente intenso personaje central de Nelson (cuyo aire a Farley Granger no queremos dejar de notar, dada la influencia decisiva del Rope hitchcockiano en la génesis de Boys) y el conmovedoramente extravagante Emory interpretado por Cliff Gorman; la atención característica en Friedkin hacia el detalle realista; y un soundtrack oportuno, son algunas de las cualidades de un film que, aparte de su significación socio-cultural (fue uno de los títulos que inauguraron la sensibilidad gay en el cine mainstream) y como ejercicio profesional para uno de los más importantes realizadores de su generación, se sostiene solo, ajeno desde su estreno a la incomprensión o la indiferencia relativa de los críticos frente a su audaz y profundamente humana substancia, apreciable más allá de las inclinaciones privadas. No olvidemos a Robert La Tourneaux como una versión en pequeño de Jon Voight en Midnight Cowboy (1969). Dominick Dunne fue productor ejecutivo. 5/5