María Félix y
Fernando Rey estelarizan esta (segunda y última) adaptación de la novela de Vicente Blasco Ibáñez
por Rafael Gil --la primera, dirigida por Rex Ingram, fue rodada en inglés--, también conocida como Alba de sangre. Durante la Segunda Guerra Mundial, el aún joven capitán de un
navío español, forzosamente detenido en las costas de Italia, persigue sin
tregua a una exótica beldad que resulta ser una Mata Hari de cuidado, alguien
que (inclusive si no será su voluntad) conseguirá arruinar su vida. Ágil pese a
los eventuales diálogos expositivos de rigor, y filmada con un estilo irregular
que no ensombrece sus más profundos momentos, la principal razón para disfrutar
la grave película es, cómo no, su incomparable pareja protagónica: dos actores
en transparente estado de gracia, derrochando incontestable naturalidad --y los
detractores de la Doña deberían tomar nota-- e intensidad, además de
oportunísima química profesional. Las escenas que
comparten, especialmente, son prueba fehaciente de que la interpretación
dramática es reacción, y recuerdo constante de que los mejores siempre hacen
lucir todo al ritmo de la vida… aun cuando vaya a dar al fondo del Mediterráneo.
4/5
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