sábado, 3 de agosto de 2013

La momia azteca contra el robot humano (1958)


Dos científicos se enfrentan en una disparatadamente fantástica aventura, reminiscente de las maldiciones egipcias y el mito de Frankenstein: el doctor Almada (Ramón Gay, con su máscara de perpetuo desdén), un audaz pero finalmente ético intelectual, y el deicida doctor Krupp, alias El Murciélago, cuyas operaciones clandestinas tienen como objetivo las joyas de un tesoro milenario. "Competente" matinée de horror que demuestra el nivel de la serie B (¿o es C?) mexicana, es un divertimento asegurado por la arquetípica línea argumental (jalada de los pelos y largamente montada sobre un algo divagante flashback inicial), los delirantes recovecos de la (infantil en sus mejores o más singulares instantes) geografía escenográfica de cartón piedra --noten el interior palaciego de la residencia Almada no bien comenzado el metraje, empero-- y, muy especialmente --entre la oportunamente ridícula solemnidad inexpresiva del resto de actores, la espantosa momia y el risible androide incluidos--, la interpretación rebosante de placer lúdico y teatral diabolismo del buñueliano Luis Aceves Castañeda en el rol de Krupp: granguiñolesca labor solitaria (si no contamos las mínimas aportaciones de Arturo Martínez como su desfigurado compinche Tierno ni, por supuesto y sobre todo, la efectiva presencia de ultratumba con caprichos decadentistas) que culmina el tono sensacional de una cinta que, por si fuera poco, incluye a una crecidita Rosita Arenas (la niña-mujer de El bruto) como la otra mitad de un amor eterno y reencarnado al estilo, siguiendo con Karloff, de la inmortal The Mummy (1932).

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