"My name is Tallulah, dahling!": Hitch y Bankhead
Un puñado de individuos aferrados a la vida sobre la
precariedad metafísica de una balsa: tal es no sólo una imagen memorable en la
pintura, sino también la inspiración y el motivo de esta cinta escrita por John
Steinbeck --aunque a diferencia de Viva Zapata! (1952), el futuro Nobel produjo
apenas la novella que sirvió de materia prima del guión-- y realizada por un
Hitchcock incomprendido que supo plasmar la desesperación y la crisis ética
inherentes a un conflicto bélico de proporciones mundiales. Además, sus
náufragos precederían por veinte años a aquellos otros de una calle
Providencia, quienes sucumbieron con más gusto si cabe a un clima de
degradación signado por el anquilosamiento de la burguesía. Las criaturas de
Hitchcock pertenecen a distintas e inclusive opuestas clases sociales, y su
pesimismo no alcanza a toda la humanidad --como en Buñuel--, sino a los alemanes trastornados por
el demonio del nazismo. Tallulah Bankhead, estrambótica personalidad del teatro americano, pone la cuota de glamour insólito en medio de
este laboratorio premeditado muy astutamente por un mago del suspenso que, una
vez más, demuestra unos instintos de observación y análisis exclusivos de acaso (con
permiso de Kurosawa, Ford y algún otro) el mayor director de la historia del
cine.
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