Michael Haneke narra la vida como tragedia ineludible,
inexorable y cotidiana en esta galardonada cinta. Jean-Louis Trintignant, nunca
más el joven estudiante de Derecho encantado por Vittorio Gassman en Il
sorpasso (1962) ni el campeón de automovilismo enamorado de Anouk Aimée en Un homme et
une femme (1966), se convierte en el único apoyo y fortaleza de su mujer, una irreversiblemente frágil Emmanuelle
Riva, también lejísimos de Hiroshima mon amour (1959), entregada por la fatalidad de
la experiencia humana a la paciencia y devoción infinitas, incondicionales de
su marido. Ambos venerables actores brindan lo mejor de sí mismos, y
Trintignant será una revelación --aun impactante debido a la avanzada edad del
Conformista de Bertolucci-- para quienes ni siquiera hubieren advertido o
prestado atención a su presencia en el reparto. Haneke vuelve a contar, además,
con su “profesora de piano”, la siempre ajustada Isabelle
Huppert. Sobriedad enigmática, casi metafísica y nada melodramática que logra
descorrer el velo sobre lo que en verdad somos (el amor vivido, con los pies en la tierra, mediante).
sábado, 23 de febrero de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
Diamonds Are Forever (1971)
El 007 investiga un contrabando de
diamantes que es mucho más que eso, no sin antes cargarse --también en
apariencia-- a Ernst Stavro Blofeld, el asesino de su esposa. Después de ser
remplazado durante 140 minutos por George Lazenby, un Sean Connery para siempre
James Bond --y al revés--, pero mortalmente
harto del personaje, vuelve en su última peripecia oficial. Lástima que la
cinta dirigida por Guy Hamilton resulte morosa y floja, no obstante alguna que
otra escena y las confiables chicas Bond, muy en particular una exquisita Lana
Wood como la demasiado brevemente apreciada Plenty O’Toole.
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martes, 5 de febrero de 2013
Lifeboat (1944)
"My name is Tallulah, dahling!": Hitch y Bankhead
Un puñado de individuos aferrados a la vida sobre la
precariedad metafísica de una balsa: tal es no sólo una imagen memorable en la
pintura, sino también la inspiración y el motivo de esta cinta escrita por John
Steinbeck --aunque a diferencia de Viva Zapata! (1952), el futuro Nobel produjo
apenas la novella que sirvió de materia prima del guión-- y realizada por un
Hitchcock incomprendido que supo plasmar la desesperación y la crisis ética
inherentes a un conflicto bélico de proporciones mundiales. Además, sus
náufragos precederían por veinte años a aquellos otros de una calle
Providencia, quienes sucumbieron con más gusto si cabe a un clima de
degradación signado por el anquilosamiento de la burguesía. Las criaturas de
Hitchcock pertenecen a distintas e inclusive opuestas clases sociales, y su
pesimismo no alcanza a toda la humanidad --como en Buñuel--, sino a los alemanes trastornados por
el demonio del nazismo. Tallulah Bankhead, estrambótica personalidad del teatro americano, pone la cuota de glamour insólito en medio de
este laboratorio premeditado muy astutamente por un mago del suspenso que, una
vez más, demuestra unos instintos de observación y análisis exclusivos de acaso (con
permiso de Kurosawa, Ford y algún otro) el mayor director de la historia del
cine.
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