El espléndido
Eusebio Poncela, uno de los titanes del arte dramático de la península ibérica,
encuentra un bastante decente vehículo de lucimiento en este filme --posterior a su presencia clave en La semana del asesino (1973)-- sobre la tentación
del delito y sus efectos devastadores e irreversibles. Ambientado en el
circuito motociclístico de competición, narra la íntima tragedia de Pedro (Poncela), una joven
promesa que, debido a la ambición y la falta de presupuesto conveniente, toma una desesperada decisión y se involucra con Toni (Simón Andreu), la descarada oveja negra de una familia bien que planea el “crimen perfecto”.
Dirección y ambientación contribuyen al suspenso de un drama moral que ilustra
contundentemente lo absurdo e inútil de ciertas conductas, así como la finísima
línea divisoria entre el bien y el mal, el antes y el después en un mundo como
el nuestro. ****/*****
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