Verónica (Ana Patricia Rojo) es una niña solitaria e imaginativa cuyo mundo se ve trastornado por la ficción, casi como le sucede a Don Quijote o a Madame Bovary: la realidad real deviene intolerable después de todos los cuentos de brujas --que no hadas-- que llenan su blonda cabecita. Y, al igual que en las vidas reales de aquéllos, las consecuencias serán verdaderamente extrañas y despiadadas. Veneno para las hadas ofrece no sólo un cuento sobre la infancia, sino uno también sobre la brujería --y aquí no puedo evitar el recuerdo de José Donoso--, los horizontes de la feminidad y los límites de la voluntad, donde Taboada nos señala con honestidad el poder vulnerador, desdoblador de la imaginación.
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