Adaptación a la realidad mexicana, o a la realidad del melodrama mexicano, de una de las grandes obras de Mario Vargas Llosa, la novela corta del mismo título publicada en 1967. Esta película intenta una especie de destilación psicológica del personaje central, muy bien caracterizado por José Alonso, sin demasiado éxito. La trama ha sido alterada hasta casi el desconocimiento, y la impresión superrealista de una vida sin sentido que deja la lectura (gracias al genio narrativo de nuestro Premio Nobel) se convierte en la pantalla en una superficial mirada que, inevitablemente, trivializa y cae en lugares comunes y aburre. Tiene a su favor, eso sí --junto con la actuación de Alonso y la presencia de Carmen Montejo en el rol de madre de Pinguita (que no Pichulita) Cuéllar--, un logrado clima depresivo e irónico inclusive, que encuentra un conveniente clímax en su escena final, edípica y hamletiana, tan efectiva que el espectador ya quisiera que casi todo lo precedente hubiera sido así de real e imaginativo.
Válida en todo caso para seguir reflexionando acerca de la relación entre cine y literatura, y considerar los distintos ángulos desde los que se puede observar una situación indeciblemente traumática y truculenta.
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