domingo, 5 de mayo de 2013

Megavixens (1976)

Raven De La Croix es Margo Winchester (por obvias razones) en una “joyita” del sexploitation

El recientemente fallecido Roger Ebert, uno de los más importantes críticos del cinema, alguna vez afirmó (a propósito de Amarcord, si bien recuerdo) que Fellini estaba tan obsesionado con las glándulas mamarias femeninas como el asimismo erotómano autor de la película que ahora nos ocupa, Russ Meyer. A decir verdad, Ebert --quien, por otro lado, escribió el guión de Megavixens-- erró un tanto la marca: las chicas Meyer encarnaban como en ningún otro caso la consabida fijación de los estadounidenses por los senos generosos, casi nacionalizando así un apetito masculino más bien universal; mientras que Fellini prefería (quizá de modo previsible) la opulencia armoniosa con acentos meridionales e incluso virtualmente elefantiásicos, la totalidad que también puede fetichizar un trasero de Reina de Lydia antes que una exclusivista parcialidad pectoral. En esta asertiva y no tan mínima oda pastoral a la libertad (del amor libre al aire libre) --¿al libertinaje, seguirán diciendo algunos?--, que no por nada comparte a Sade con Buñuel y Pasolini, la gloriosa, hiperbólica tetamenta de Raven De La Croix (la incógnita karateca en medio de una pesquisa criminal de posguerra, a causa del mismísimo Führer) teóricamente haría desaparecer todo, si no se tratase también de un vigoroso ejercicio (pese a los reparos que se hagan a su estilo) de admirable vocación narrativa --relativizado sólo por el engarce de su contexto genérico--, una agridulce sátira disparatada donde lo único que importa es esta vida, en la que el sexo es un gesto desafiante e infinito y el humor alérgico a la falsa solemnidad su siempre fiel aliado. Vale notar, finalmente, al conspicuo y desinhibido coro griego incorporado con alegría invicta y olor de naturaleza por Kitten Natividad (representante subliminal de la femenina oralidad falocéntrica que subraya inversamente la fijación oral masculina por las ubres), y al romántico soundtrack integrado por alemanes tan relajados como Wagner y el por entonces discotequero Ludwig van.

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