viernes, 11 de enero de 2013

La fille coupée en deux (2007)


Entre los enfants terribles de la Nouvelle Vague, probablemente es Claude Chabrol quien ha llevado la herencia hitchcockiana hasta sus últimas consecuencias, depurando un estilo personal radicalmente distinto de, por ejemplo, el americano Brian de Palma (por nombrar  a otro preclaro cineasta con el ADN del autor de Vertigo como seña conspicua en su DNI creativo). Los thrillers de Chabrol son una delicia tanto intelectual como sensorial, y éste no es la excepción: la deliciosa Ludivine Sagnier protagoniza una historia de amor obsesivo, fatal, inexorable, en medio de un ambiente misógino que resalta su aislada vulnerabilidad; no obstante lo predecible que pudiera ser la línea argumental (como en un libro de Philip Roth, encantador novelista famoso de edad mediana enamora a “chica del tiempo” de la televisión local; pero siempre existe un tercero en discordia…), las frescas y naturales imágenes ocultan vida y muerte, el ciclo eternamente de vuelta sobre sí mismo que otorga un suspense más allá de la cinefilia auténtica a la obra del genial realizador francés de tantos policiales brillantes.

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